Todos los niños tienen miedos y preocupaciones. A algunos les da miedo alguna cosa en concreto como los bichos, los perros y, a otros, un montón de cosas: desde que le pase algo a sus padres hasta quedarse solos. Tener miedos y preocupaciones es normal a cualquier edad. Los miedos a medida que se va madurando van desapareciendo de manera normalizada. Un ejemplo es la oscuridad, imaginan monstruos debajo de la cama, pero a medida que van creciendo este miedo desaparece porque aprenden a diferenciar los peligros reales de los imaginarios.
En muchas ocasiones los niños no cuentan que tienen miedo por vergüenza, porque piensan que “deberían” ser más valientes o actuar como un mayor. Por ello es importante transmitirles que tener miedos es algo humano y normal, y que pretender que el miedo no exista lo única que hace es dificultar su afrontamiento. En los niños es frecuente que no sepan expresar como experimentan el miedo, pero su cuerpo habla por ellos. Sienten dolor de estómago, de cabeza, se sienten tensos….
Tener miedo y preocupación no siempre es negativo, tienen una función protectora y pueden ser de gran ayuda. Por ejemplo, si un niño de clase está a punto de darle un puñetazo, es probable que el niño tenga miedo, pero es una reacción buena porque eso te llevará a protegerte saliendo corriendo, avisando a alguien o enfrentándote. El miedo adaptativo produce en nuestro cuerpo 3 tipos de alarmas: la alarma de luchar, la alarma de huir o la alarma de quedarte paralizado. Todo ello se debe a la acción de una sustancia que segrega el cuerpo llamada adrenalina. Ella también es la responsable de las sensaciones corporales como: sudoración, hormigueo o dolor de estómago, no pensar con claridad, calor en la cabeza, la piel de gallina…Y todas estas reacciones son absolutamente normales.
La parte del cerebro que se encarga de estas respuestas automáticas de defensa, se llama amígdala. Es el puesto de control que vela por la seguridad de cada uno. La alarma supervisa cuando recibe un estímulo que puede ser peligroso y si, tras revisar en su memoria lo identifica como tal, activa el sistema de alarma/defensa.
Como vemos el cuerpo está diseñado para dar una respuesta de miedo, pero cada uno puede ejercer cierto control sobre ello a través de los pensamientos. Los pensamientos influyen también en la respuesta de nuestro cuerpo. Por ejemplo, si te da miedo la sangre, al verla en otra persona puedes sentirte asustado o mareado. Si analizamos los pensamientos que aparecen al ver la sangre podemos encontrar “si hay sangre es que se va a morir, si yo tuviera sangre es porque me voy a morir…”, lo que llamamos pensamientos catastróficos. Si pudiéramos regular y cambiar ese pensamiento la reacción sería diferente.
En este post vamos a incluir algunos ejercicios para trabajar entre padres e hijos en el manejo de miedos.
Vamos a llamarlos “atrapamiedos”.
- Acepta tus miedos y preocupaciones
Como antes explicaba muchos niños intentan ocultar sus miedos por vergüenza y percepción de incapacidad conduciéndoles a sentirse culpables por sentir un miedo que no controlan. Por ello, es importante como adultos enseñarles que también tenemos miedos para que ellos puedan hablar sobre lo que les preocupa de manera natural. Una buena forma de comenzar es escribir sobre las cosas que les producen miedos con el fin de que los expresen, que sean sinceros y darles consciencia.
- Cambio los pensamientos negativos por positivos
Entrenarles en un cambio de pensamiento, es decir, generar de manera conjunta pensamientos alternativos a los negativos y que comiencen a usarlo de manera automática, “cada vez que me venga un pensamiento negativo, pensaré en una cosa positiva”. Antes de ello, hay que entrenarles con la palabra “stop”. Es decir, cada vez que adviertan que tienen un pensamiento negativo pueden decirse a sí mismos, ¡stop! “Si piensa: voy a suspender…Inmediatamente hay que entrenar la palabra stop a ese pensamiento y formular uno alternativo como, si me esfuerzo lo lograré”.
- Olvida las preocupaciones
Cuando enseñamos a los niños a detectar sus pensamientos sobre los miedos, les enseñamos a ser expertos en sí mismos y darles la oportunidad de hacer cambios de manera autónoma. Otra alternativa para cuando aparecen pensamientos negativos de miedo es pararlos haciendo una actividad que les permita un respiro y cambiar la atención. Puede ser dar un paseo, ver a un amigo, leer, ver una peli…Cualquier actividad que les ayude a no centrarse en sus miedos.
- Usa la actividad
Cuando uno está asustado es normal sentir una gran activación en el cuerpo. Los motivos son los que explicamos antes, la descarga de adrenalina. Cuando estás en ese estado es normal tener ganas de correr o dar puñetazos, pero en muchas ocasiones no es útil, “¿de que te sirve dar puñetazos en un examen?”. Una forma sana de usar la adrenalina es hacer deporte para consumirla y liberar endorfinas que son sustancia que tranquilizan. En lugar de quedarte paraliza y pensando e las cosas que te dan miedo, si sales y hacer una actividad permites que el cuerpo se tranquiliza y con la siguiente consecuencia que es que la mente también se apacigüe.
- Respirar hondo
Enseñar a los niños a realizar respiración profunda o diafragmática es dotarles de una estrategia de regulación con mucha potencia. Este tipo de respiración es muy tranquilizadora, relaja los músculos, ayuda a oxigenar el cerebral y mejora el funcionamiento del cuerpo. Cuando uno está nervioso tiende a realizar una respiración torácica o superficial que, a su vez, produce un estado de nerviosismo. Una respiración profunda requiera la intervención de la parte baja de los pulmones, elevando el vientre como cuando eran bebes.
Para ello podemos guiarles de la siguiente forma: Pon una mano sobre tu estómago. Inspira despacito por la nariz contado hasta 5. Al inspirar intenta llenar los pulmones hasta el fondo de manera que de hinche un poco la tripa y notes como se eleva tu mano. Cuando los pulmones estén llenos, exhala lentamente contado hasta 5. Repite estos pasos diariamente para ser una gran “deportista de la respiración” y poder usarla en momentos de mayor tensión.
- Relajar los músculos
Entrena con el niño los siguientes ejercicios. Vamos a enseñar a tensar y destensar. Agrupo el cuerpo en grupos de músculos, como pueden ser brazos, piernas, abdomen y cabeza. Guíale comenzando a tensar lo más que pueda uno de los grupos de músculos durante unos segundos y luego relajándolos. Mientas que se realiza esta actividad se puede alternar con respiraciones profundas.
La tensión muscular es consecuencia de un estado de tensión que, a su vez, detectar esa tensión muscular puede producir más ansiedad, por eso es importante el trabajo en relajación corporal.
- Escribe tus sentimientos
Tener un diario de sentimientos/trucos/emociones es una buena herramienta. En ella pueden ir anotando como se han sentido, que avances han realizado, que trucos les han servido mejor en qué tipo de actividad…Es una manera de desarrollar la capacidad reflexiva y de autocudiado en los niños.
- Ser consciente de las alarmas
En la actividad uno se propone hacer un listado de miedos y preocupaciones. Ahora toca enlazarlos con las alternativas para su afrontamiento. Por ejemplo, si le dan miedos los bichos, puedes usar un spray, si le da miedo la oscuridad puede usar la respiración y la relajación muscular…Es importante que el niño analice cuáles son sus herramientas para aumentar se percepción de capacidad y afrontamiento.
- Contar a los demás lo que has aprendido de ti.
Transmitirles que tener miedos y estar en un proceso de afrontamiento es una situación normal, sana que no tienen que ocultar. Pueden contarles a sus amigos que están haciendo este trabajo, a los abuelos, con el fin de que no sea una cuestión que les avergüence y se normalice.
Decía William Shakespeare : “Lo que tengo miedo es de tu miedo”. Esto puede ser una gran dificultad si te pasa como padre. Asustarse o angustiarse en exceso por ver a un niño asustado crea un círculo vicioso en el que todo se retroalimenta. Para frenarlo es importante tener en la mente que la finalidad no es eliminar el miedo en el niño sino proporcionarle estrategias para desarrollar su capacidad de afrontamiento y así crear una percepción de sí mismo como un niño capaz.
María Sánchez.