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Actividades para adquirir aquello que tiene que estar resuelto antes de abordar la lectoescritura


Numerosísimas necesidades educativas surgen porque los procesos lectoescritores no están bien desarrollados e integrados. En mi última aportación en este espacio de DIADA comparte os contaba cuáles son aquellos aprendizajes que necesitan estar resueltos antes de poder aprender a leer y a escribir y hoy quiero compartir actividades concretas que podemos desarrollar con nuestros peques para que se den estos aprendizajes previos que permiten aprender con éxito y facilidad la lectoescritura.

Las bases de la lectoescritura comienzan desde el nacimiento mismo (incluso antes, puesto que se ha demostrado que hay aspectos del niño como el apego y el lenguaje que comienzan a desarrollarse desde el útero). Desde el momento en el que el niño nace necesitamos atender a tres áreas principalmente (en cuanto a la lectoescritura): el lenguaje, el vínculo social y el movimiento.

Áreas que se necesitan atender en cuanto a la lectoescritura

  • Lenguaje: cuando el niño comience a escribir y leer será necesario que su manejo del lenguaje oral sea amplio. ¿Cómo lo hacemos? Desde los primeros meses de vida los bebés reaccionan ante nuestras palabras. Es importante hablarles mucho: durante el baño, el juego, los paseos…

lectoescritura

  • Vínculo socioemocional: a través del lenguaje y la responsividad ante las emociones de los peques se va a desarrollar su vínculo de apego del que tanto os hablamos desde Diada. El modelo parental y el tipo de apego que desarrollen los niños va a influir en cómo se enfrentan a la vida y a cualquier aprendizaje, incluido la lectura y la escritura. ¿Cómo lo hacemos? De mil maneras, pero manteniendo este enfoque de lectoescritura, si leemos un cuento cada noche a nuestros peques para cuando tengan dos años ya habrán leído más de 700 cuentos. Con esto fomentamos el lenguaje, el vínculo, la inteligencia emocional y la familiaridad y curiosidad por el código escrito.

lectoescritura

  • Movimiento: libre y a su ritmo, pero al mismo tiempo ofreciéndoles un espacio rico en experiencias. ¿Cómo lo hacemos? Acercándonos a la metodología Pickler. Es necesario saber cuándo (más o menos) un bebé puede comenzar a elevar la cabeza, el tronco, puede aprender a gatear o a caminar SIN FORZAR los procesos y ofreciendo oportunidades para practicar. Todos y cada uno de estos procesos son necesarios y dan información al niño que sirven de base de su forma de entender el mundo. Por ejemplo, el gateo proporciona información espacial que va a influir en la direccionalidad de la escritura.

movimiento

Alrededor de los dos años, los niños son más autónomos en cuanto a estos aspectos: se produce la denominada “explosión del lenguaje”, su estilo de apego está muy definido y ya han alcanzado grandes hitos en cuanto al movimiento. ¿Qué recomiendo a partir de esta etapa? Aún más movimiento (correr, saltar, trepar, rodar, patinar,…) y Vida Práctica. En este concepto de Vida Práctica, Maria Montessori englobaba actividades del día a día que ofrecían a los niños importantísimos aprendizajes que les servían no solo para alcanzar aún más independencia y autonomía sino también para terminar de poner su cuerpo a punto para abordar un aprendizaje tan complejo e importante como la lectoescritura tanto a nivel de motricidad fina como a nivel sensorial.

La cocina es, por ejemplo, perfecta para este propósito. Amasar, pelar, cortar, mezclar, etc. preparan las manos y los dedos para la difícil tarea de sostener un lápiz y guiarlo hasta producir letras. También otros aspectos de la cocina como la limpieza, medir cantidades o seguir una receta, entre otros, favorecen aspectos cognitivos.

cocina con niños

A partir de los 4-5 años podemos comenzar a trabajar el aspecto sensorial de la lectoescritura. Las palabras se componen de sonidos que son representados por letras que a su vez se juntan y forman palabras. Aunque a los adultos nos pueda parecer sencillo, esto se complica bastante cuando no somos conscientes de que las palabras están formadas por sonidos. Si no sabemos esto, ¿cómo vamos a descifrar el código asociando sonido-letra?

Esta es una de las primerísimas bases que se trabajan desde el método Montessori: los sonidos. ¿Cómo lo hacemos? Juegos como el veo-veo, las palabras encadenadas, o averiguar los sonidos por los que empiezan ciertos juguetes (como figuras de animales u otros objetos según el centro de interés de cada niño) van a favorecer esta conciencia fonológica.

Una vez que discriminamos sonidos, es necesario aprender las letras. También a través de los sentidos: utilizando el tacto como con las letras de lija. Si además mientras tocamos la letra y repasamos su trazo con el dedo reproducimos su sonido, un estudio asegura que la integración de esta correspondencia queda mejor fijada en nuestro cerebro.

Una vez reconocemos la correspondencia letra-sonido podemos comenzar a escribir: producir el código es más sencillo que descifrarlo. ¿Cómo lo hacemos? La motricidad fina necesita seguir desarrollándose con la Vida Práctica, por ello, el método Montessori utiliza el alfabeto móvil.

alfabeto móvil

Con este material podemos realizar muchísimas actividades: escribir palabras de un mismo tema (animales, personajes, planetas, dependiendo de los intereses del niño), ofrecer imágenes en las que aparece un objeto que deben escribir y posteriormente ofrecer la palabra escrita para que se autocorrijan, y un larguísimo etc.

Cuando conseguimos que todos estos aspectos (lenguaje verbal, aspectos corporales y sensoriales, a la vez que sociemocionales) estén a punto un niño está preparado y motivado para comenzar a leer y a escribir, integrando un aprendizaje fundamental para continuar su desarrollo escolar e integrar un sinfín de aprendizajes de forma autónoma e independiente desde ese momento. Tener acceso a la lectura y la escritura es la puerta a un mundo con infinitas posibilidades.

Ana Rivas.