LA VERDADERA GRANDEZA NO DEPENDE DE NADIE…
Hay muchas cosas sobre las que mi profesión me lleva a reflexionar diariamente. Tantas, como cuestiones que mi rol de madre me pone sobre la mesa cada día. En la intersección entre esas dos partes de mi vida, y mientras observo a mis hijas jugar, crecer, relacionarse, surge un pensamiento que como un rayo me ilumina la mente, pero me encoge el estómago…
“HIJAS, NO PERDÁIS VUESTRA ALMA…”
“hijas, recordad vuestro camino.”
Ese, donde todo lo que hacéis tiene sentido. Ese, donde la vida es un bello lugar en el que vivir aventuras, una tragicomedia digna de experimentar.
Escuchad vuestro cuerpo, vuestra intuición, y vuestras emociones. Porque ellos serán vuestros principales aliados en este viaje.
Mis hijas, como tú y como yo, forman parte del gran juego de la vida. Y tener vida humana, va inevitablemente unido a depender de otro para alcanzar la independencia ¡qué contradicción!, ¿verdad? Os explico a qué me refiero:
Llegamos al mundo en una relación de absoluta dependencia, donde la realidad de mamá* determina mi experiencia, y de la experiencia (unida a la condición autorreferencial del bebé) empezamos a crear nuestra IDENTIDAD. El mundo está en la mirada de mamá; mi cuerpo en el contacto con sus manos, y mi valor en la calidad y la calidez de nuestra relación.
La mayoría de nosotros recibimos esa mirada, ese contacto, y establecimos esa deseada relación. Y del éxito en estos primeros contactos dependerá alcanzar nuestra independencia. Pero el bebé humano es MUY BUENO PERCIBIENDO (hemisferio derecho) Y MUY MALO INTERPRETANDO (hemisferio izquierdo). Y en algún momento, sentimos que ese amor, esa mirada, ese valor que nos da la vida, son CONDICIONALES. Y ahí es donde aparece el MIEDO.
MIEDO a que me abandonen (no pertenecer a nada/nadie)
MIEDO a que no me quieran.
MIEDO a no ser suficiente.
MIEDO a …
Y así una lista infinita que opera eficazmente para adaptarnos al mundo dónde el deseo del otro es más importante que el mío. Lo que esperan de mi es lo que yo debo ser. Y cualquier aspecto de mi ser que suponga una confrontación con mi clan, queda negado y relegado al olvido.
En ocasiones, esto se complica terriblemente cuando el miedo viene de situaciones de desprotección, negligencia, tensión, agresiones durante la infancia, etc. Aquí nuestro cerebro entrará en un estado de supervivencia, y bloqueado por la situación de constante peligro, no podrá desarrollar su potencial. Limitándose el crecimiento social, intelectual y emocional del niño.
El primer tercio de nuestra vida lo pasamos alimentando el miedo (el adaptativo y el desadaptativo), para llegar a ser, para que nos quieran, para conseguir….
grandeza 2Hay cientos de expresiones con las que tratamos de cuidar a nuestros hijos:
“Si cruzas te pilla un coche; si pegas no tendrás amigos; si no estudias, no serás nadie; si no eres esto, no tendrás lo otro …..”
Y estas son sólo un ejemplo de las normalizadas y verbalizadas. ¿Cuántas condiciones aterradoras para un niño (pero normalizadas) hay implícitas en el inconsciente de cada familia?
Familias que trabajan de sol a sol, porque…. EL MUNDO ES UN LUGAR DIFÍCIL, en el que hay que luchar cada día.
Familias sobreprotectoras porque… EL MUNDO ES UN LUGAR PELIGROSO.
Familias con importantes heridas emocionales donde…. SENTIR ES ALGO PROFUNDAMNETE DOLOROSO.
Y así una lista interminable creada con historias de la historia de trauma de cada familia. Historias que en muchas ocasiones no se corresponden con nuestra experiencia como padres, pero que trasmitimos a nuestros hijos con la misma claridad e intensidad que nos la trasmitieron a nosotros.
¿Qué creencias nos han trasmitido sobre el funcionamiento del mundo?
¿Cuál es nuestra función/papel en la vida?
¿Qué experiencia temprana hemos tenido sobre el papel del otro? ¿Cómo son los otros, y cómo funcionan las relaciones interpersonales?.
¿Cuáles son nuestros mensajes aterradores organizadores?
¿Cuán limitados vivimos por aquello que una vez sentimos y generalizamos a todo nuestro ser?
Estas son algunas preguntas sobre las que todos deberíamos reflexionar, seamos o no padres y madres, ya que desvelan los pilares fundamentales de nuestra estructura vital.
Todos y cada uno de nosotros tenemos en el bolsillo de nuestro corazón, y en el sótano de nuestra mente, esas partes atemorizadas, doloridas, inseguras, etc.
En el segundo tercio de nuestra vida, una parte consciente y observadora de nosotros empieza a sospechar que hay algo que no va bien. Algunos valientes arrancan en este momento el camino del autoconocimiento y el desarrollo personal. Otras personas conocen “los síntomas”: aliados del cuerpo que gritan para resolver todo lo enterrado en el sótano o en el bolsillo del corazón. Este momento, aunque doloroso, en muchas ocasiones constituye el primer paso de regreso hasta nuestra ALMA o en palabras de Mario Salvador:” YO ESENCIAL”
El camino de vuelta al alma no tiene atajos, ni líneas rectas. Consta de tantos entresijos como pliegues tiene nuestro cerebro. Por eso es fundamental armarse de paciencia y ternura por nosotros mismos, y en muchas ocasiones buscar un guía, un compañero/a de viaje que sostenga la linterna y vaya alumbrando los caminos.
El viaje hasta el ALMA/YO ESENCIAL no entiende de espacio ni de tiempo. Sólo de desapego, ya que nos vamos despojando de capas (creencias, hábitos, actitudes, miedos, relaciones, etc.) hasta llegar a ese lugar al que paradójicamente siempre hemos pertenecido, pero que aprendimos a rechazar para pertenecer a otros. Y sin duda…
NO HAY MAYOR TRAGEDIA QUE LA DE HABERSE PERDIDO A UNO MISMO
Yo soy una sostenedora de linterna, una guía, una acompañante, o como lo llama la gente una PSICÓLOGA PSICOTERAPEUTA. Pero jamás podría hacer lo que hago si no fuera porque yo también fui una de esas niñas que perdió parte de su alma. He llorado mares, me he caído y me he levantado, me he perdido y me he encontrado. He jugado y he perdido, pero lo que prevalece es que NO pierdo el objetivo, sé dónde voy y disfruto del camino.
Desde hace 4 años soy también mamá. Y me encuentro con la otra cara de la moneda: saber que daño, saber que limito. Saber que mis hijas mi miran tooooodo el rato en la luz y en mis mil sombras.
Hijas mías, no sé si algún día leeréis estas palabras. Sea como fuere, confío en que vosotras, como yo, os perderéis (y aquí me duelo como la madre ideal que desearía ser). Pero también sé, que encontraréis la valentía para emprender vuestros propios caminos. Algunos os alejaran de mí, otros os acercaran. Pero deseo que elijáis aquellos que os lleven hasta ese lugar al que legítimamente pertenecéis. Esos caminos que os conectan con vuestras pasiones, con vuestros anhelos, con vuestra vida, CON TODA VUESTRA GRANDEZA, porque la verdadera GRANDEZA NO DEPENDE DE NADIE.
LO SIENTO, PERDONADME, GRACIAS, OS QUIERO.
AHORA Y SIEMPRE
(*) Hablo de mamá de manera genérica refiriéndome a la figura de apego o cuidador principal.
CYNTHIA SANTACRUZ